jueves, 2 de junio de 2016

#NiUnaMenos

Quiero volver a compartir un texto que escribí tiempo atrás (lamentablemente no hace tanto tiempo atrás), en linea con la consigna que hoy nos congregará a muchos en la marcha de Ni Una Menos.
Espero, en lo posible, aportar algo a la causa con estas pocas líneas. Tal vez de tantos golpes que demos con el martillo, aquellas personas que deben escuchar, escuchen.
Además, esta vez me tomé la libertad de elegir una foto de ellas. No iba a hacerlo, pues aun no logro saber cuál es el límite entre el morbo y la empatía (esa fina linea que se dibuja en aquella foto del niño sirio tirado en la orilla, de nombre Ayran, en la del buitre a punto de comer al niño desnutrido africano, y en tantas otras más). Sin embargo, me animo a colocarla para que tomemos consciencia de que los asesinatos, las violaciones, el abuso y el maltrato no se realiza a mujeres anónimas, sin expresiones, sin cuerpos ni personalidad. La violencia se ejerce sobre mujeres con caras y nombres. 

Hoy marchamos. Ni Una Menos.



Soy viajero, pero soy hombre.
Soy mochilero, pero soy hombre.
Hasta viajé en bici solo, pero solo porque soy hombre.
También hice dedo en lugares no muy amenos. Inclusive hice dedo sin un mango y sin comida, pero aun así seguía siendo hombre.
Me vi forzado a dormir entre cartones y personajes sin hogar. Pero era hombre en ese momento y lo sigo siendo ahora que volví de esos viajes.
Acampé en soledad o acompañado. Recorrí lugares a donde pocos van; fui a fiestas y peñas concurridas, pero nunca perseguido, porque nací con pito.
Ni mis hermanos saben por dónde anduve, ni siquiera por dónde camino todos mis días. No le aviso a nadie, a ninguna persona le consulto como vestirme. Porque, claro, soy hombre.
Y no es que en el sur o en el norte haya más peligro. Ni siquiera al viajar en Latinoamérica o al salir de joda lo hay. Solo basta con encender la tele o leer un diario, y la justificación conservadora está ahí, la más dañina de todas. Y si no sos macho, ¡doblegate a las reglas del machismo!
Que triste suenan algunas campanas del miedo y la resignación, de la estigmatización, de las ideas más repulsivas y nefastas, de que "¿cómo viajan solas?", de que "¿cómo viajan siendo mujer?", de que "¿cómo se visten así?". Que triste.
Porque son los hombres las amenazas y las voces de quienes callan.
No las conocí a Marina y María José, pero pude haberlo hecho, pude habérmelas cruzado en un fogón o en un camión. Y a lo mejor compartir la historia de cada uno, de porqué viajamos, de porqué exploramos, de porqué el escape a la rutina y al gris de la sociedad sofocante. Pudo haber pasado, pero ya no. Ya no tendré esa oportunidad.
Pero soy hombre, y puedo seguir viajando sin miedo.
Y puedo hacer dedo.
Y puedo acampar en la frontera.
Y puedo revolear el celular y no rendir cuentas a nadie.
Ojalá algún día las reglas sean iguales para todos, y así podamos sacarnos la mochila que el machismo carga en nuestras espaldas para ponernos la mochila de mochileros. Y que dejemos, de una vez por todas, de asesinar chicas en cualquier lugar del mundo.